A veces creo que las computadoras e internet realmente se han vuelto inteligentes, cobrado consciencia y se han propuesto terminar con los seres humanos sobre la tierra, como si del universo cinematográfico de Terminator se tratara (¡Skynet!), o cualquier otra visión apocalíptica en el ascender de las máquinas.
Pero la tecnología no va a acabar con los seres humanos con un ejército de robots, como en la saga mencionada, sino envenenándonos con una droga altamente adictiva.
¿Estás leyendo esto en tu celular?
Nunca, en toda la historia, ningún objeto, había pasado a ser tan comúnmente la compañía de una persona como el teléfono celular.
El teléfono celular se ha vuelto el objeto de mayor pertenencia y ubicuidad personal en el mundo. El objeto anterior que tenía este título eran las llaves de la casa.
Toda pertenencia conlleva una dependencia, y si bien hay grados, basta ver cómo una persona se angustia y estresa cuando no encuentra su celular.
O es suficiente con que cada uno de nosotros observemos cómo nos preocupa el que no aparezca el propio. “Lo de menos es lo que cuesta”, decimos, “es toda la información que traigo y… y las fotos… y mi trabajo…”.
La adicción a las pantallas e internet es ya un hecho. Su efectos iniciales son los de cualquier adicción, pero los alcances específicos de este nuevo trastorno, aún están por verse.
De colores, HAL 9000 y alephs
A diferencia de las llaves de la casa que no sacamos cada minuto para ver qué tienen de nuevo, el celular cuenta con tres características que fundan las razones para su adicción: una pantalla sumamente atractiva, una poderosa herramienta procesadora de datos e información, y por supuesto, ser la puerta a una gran red de redes.
En Silicon Valley está de moda cambiar la configuración de la pantalla de los móviles a blanco y negro para evitar que los colores tan atractivos estimulen continuamente la atención. Sí, el mismo proceso que vive un niño o niña en una dulcería multicolor, o un adulto en el mall.
El celular, además, puede hacer muchas cosas. Es una pequeña navaja suiza que da la hora, tiene calculadora, nos despierta, lleva la agenda, nuestras notas, correo, nos deja escuchar música, ver videos, tomar fotos… en fin. ¡Hay una app para todo!
Y eso sin contar la capacidad de comunicación sincrónica y asincrónica de un celular, con el mundo, con mis amigos, con mis compañeros de trabajo, familiares, viejos conocidos de la escuela, nuevos desconocidos influencers, autores, enemigos, futura pareja.. en fin… otro en fin. ¡Más amigos, seguidores, suscritos, contactos…!
Y finalmente, cualquier problema o pregunta, lo resuelve esa pequeña pantalla, con la ayuda del gran Google: recetas, cómos, tips, trivias, conversiones, dudas, enfermedades, remedios, rutas, traducciones… en fin y más en fin.
Como diría Shakespeare
Ojo con esto: la gran señal de que “hay algo podrido en Dinamarca” lo han dado las mismas empresas que están a cargo de la adicción (Google, Apple, Facebook… ). ¡Están tomando medidas para que los usuarios usen menos sus servicios! ¿Por qué?
¿Recuerdan cuando las mismas empresas tabacaleras imponían autocensura a su publicidad y medidas contra la adicción al cigarro? Siempre preferían adelantarse a cualquier control externo que se pudiera imponer a la industria. Ellos sabían, antes que todos, los riesgos y consecuencias que se avecinaban por consumir su producto, por lo que preferían tomar medidas ellos mismos antes que se las aplicaran otros.
Eso pues, es lo que está podrido en Dinamarca (y en todo el mundo).
(Voy a evitar enumerar todo lo bueno que nos ha traído la tecnología e internet en los últimos tiempos, porque ya lo saben, lo sabemos todos. No hay duda. Pero tampoco quiero ser el típico adicto que defiende los beneficios del objeto de su adicción.)
Velocidad y distancia
Y aún con todo esto, creo que en el fondo muchas cosas no han cambiado. Es decir, que casi no hay nada nuevo bajo el sol. Casi cada nueva app o red ha traído consigo fenómenos o conductas que ya existían antes, pero la tecnología o internet han acelerado drásticamente los procesos.
El gran cambio que hemos vivido en las últimas dos décadas con respecto a la información, no es tanto cualitativo o cuantitativo sino de velocidad y distancia. Me explico.
La recolección de datos de los consumidores (Facebook, Google, etc.) y la publicidad personalizada que le acompaña ya existían antes, por ejemplo. Ahora simplemente son mucho más datos y mucho más rápido.
Otro ejemplo. Los bancos o compañías de teléfono ya tenían datos de sus clientes, pero la tecnología no les permitía explotar esos datos como es posible ahora, además de que tienen muchos más datos y se les acumulan más cada día.
También, buscar y contactar personas ya era posible. Basta revisar el famoso experimento de seis grados de separación del famoso Stanley Milgram. Lo que ha cambiado es la velocidad y la gran cantidad de personas a las que podemos acercarnos… en este mismo instante.
Las celebridades, politicos, famosos o simples influencers, están en ni propio espacio de Facebook o Twitter como lo está mi familia o el compañero de trabajo del escritorio de enfrente.
Y el mundo, de esa manera, ocupa mi propio espacio. Allá es aquí y aquí es allá. Por eso no puedo dejar de revisar mi smartphone: lo que pasa en el mundo pasa en mi mundo, lo que le pasa a los demás me pasa a mí.
De ahí el sentido de urgencia. De ahí las prisas.
Si llegaste hasta acá…
Si has logrado leer hasta este párrafo, tal vez no todo está perdido.
Las estadísticas dicen que la mitad de las personas que vean este texto, le dedicarán solo 15 segundos.
La mayoría de los que lo lean, solo llegarán al quinto párrafo.
Tú eres uno de cada 10 que llegaron hasta aquí.
Entonces, ¿qué hacemos?
Tratemos de leer un libro largo y completo como leíamos antes.
O hagamos una larga caminata sin celular.
Vayamos de vacaciones sin pantallas ni internet.
Tomémonos un café sin sacar el teléfono de la bolsa.
Démonos una vuelta a la tienda, a la cuadra o manzana, y “olvidemos” el smartphone en casa.
Escribamos una carta a mano y en papel a nuestro ser más querido.
¿Qué tal aburrirse un poco? ¿Hace cuanto que no te aburres?
O busquemos a Sarah Connor para organizar la resistencia contra Skynet.
Pero sea lo que hagas, hazlo despacio, muy despacio, por favor.