El día que dejé de soñar con monstruos
Las ideas y emociones que perseguía durante el día me perseguían —incluso me cazaban a veces— por la noche.
Nunca vi lo que me perseguía durante mis sueños más profundos. Solo sabía que tenía que huir de eso.
Los monstruos siempre cambiaban dependiendo de mi edad y mis miedos. Algunos vinieron cuando me iba mal en la escuela. Otros aparecieron el día que fui acosado cuando era niño. La mayoría se mostró después de un miedo indefinido de hacer algo mal.
En mi juventud, los monstruos llegaron con miedos sociales y problemas emocionales. Cuando crecí, el estrés en el trabajo o la ansiedad financiera comenzaron a estar presentes en el lado oscuro de mis sueños.
No fue nada especial. Solo malos sueños de vez en cuando. Aquellos que te despiertan un poco en medio de la noche, y después de que te das cuenta de que son solo sueños, vuelves a dormir.
Solía dedicar parte de mi tiempo y energía a mis sueños. Bueno, como cualquier otra persona, supongo.
Cuando era niño, siempre trataba de recordar cada detalle de las historias surrealistas que se proyectaban en mi mente después de despertar.
Más adelante, cuando era un adulto joven, trataba de interpretar el contenido de mis sueños. Fui influenciado, como cualquier otro en mi generación, por Freud y el psicoanálisis. ¿Qué más podía hacer?
La voz interior
Por cierto, nunca vi la cara de ninguno de mis monstruos.
Al principio, porque huía de ellos y si el miedo a ser atrapado era demasiado, despertaba.
Más tarde, porque descubrí que los monstruos nunca aparecen cuando dejo de correr y espero para enfrentarlos.
Por supuesto, no fue fácil descubrir eso. Déjenme decirles cómo sucedió esto.
Me di cuenta de que esos monstruos y pesadillas eran simples extensiones de mi voz interior que siempre hacía historias.
Sí, la voz interior que siempre está preocupada por las experiencias pasadas y los eventos futuros. O por establecer escenarios y diálogos con simulaciones mentales de mis conocidos y seres queridos.
Por supuesto, eso es lo que cualquier cerebro sano con una voz interior sana tiene que hacer para protegernos de los peligros de la selva y lograr sobrevivir junto con los otros cavernícolas.
El problema era que estaba prestando demasiada atención a mi voz interior. Y mientras lo hacía, la estaba alimentando con más material para contar historias.
Las historias siempre van acompañadas de emociones. Las emociones están lejos de ser negativas. Pero tienen que ir y venir en respuesta a estímulos reales.
Cuando las historias se quedan y crecen, también lo hacen las emociones. Luego, te apegas a las emociones que surgen de pensamientos sobre pasados o futuros inexistentes.
Eso está lejos de ser bueno.
Por ejemplo, mientras caminaba por la calle o esperaba un autobús, solía tener estas divagaciones mentales sobre cualquier cosa irrelevante.
Bueno, parecía muy relevante en ese momento. Pero créeme, no lo era. Entonces algo me distraía. A pesar de la irrelevancia de la idea perdida, perseguía —incluso cazaba a veces— la historia y dónde se había quedad antes de distraerme para mantener la divagación.
O, por ejemplo, después de despertarme, me quedaba en la cama buscando las piezas perdidas de mis sueños para resolver los rompecabezas de mi mente.
Debido a que estaba entrenando mi cerebro para perseguir ideas y emociones durante el día, esas ideas y emociones me perseguían —incluso me cazaban a veces— por la noche.
La transformación
Como adulto, primero fui a terapia hablada durante un año más o menos para manejar los problemas de ira. Eso ayudó mucho.
Pero entonces, comencé a meditar. Fui a meditaciones guiadas en un lugar budista cerca de casa. Luego, fui a un par de retiros de meditación. También empecé a hacer yoga.
Fui meditador habitual y yogui durante varios meses, quizás más de un año. La forma en que la meditación y el yoga transformaron toda mi vida es material para otra historia.
Hoy les voy a contar cómo la práctica de la meditación hizo desaparecer a los monstruos.
Para ser claros, la parte de mi cerebro que hace historias nunca dejó de hacerlo. Todavía lo hace. Ese es su trabajo. En cambio, dejé de prestarle atención. Dejé de alimentarle.
Cuando meditas, fortaleces tu capacidad de permanecer tranquilo, presente, en este momento. Intentas no mover tu cuerpo ni tu mente.
Tu mente no entiende eso, así que sigue buscando peligro. “¿Cerré la puerta de mi casa antes de irme?” “¿Cuánto tiempo he estado sentado?” “¿Todos los demás cerraron los ojos?”. Bueno, cierto tipo de peligro.
No quiero parecer simplista en la descripción de qué es la meditación y cómo funciona. Solo estoy tratando de explicar un aspecto y beneficio del proceso meditativo.
Como decía, entrenas tu mente para dejar de lado esas historias y sus emociones sin tratar de unirte a ellas. Dejas de perseguirlas. Dejas de alimentarlas.
Ese entrenamiento te ayuda a mantener la calma, a no reaccionar de inmediato o reaccionar exageradamente a las cosas que suceden a tu alrededor. Te ayuda a discernir los verdaderos peligros de aquellos que no lo son.
Como cualquier otra práctica o ejercicio, comienzas a hacerlo de forma natural o inconsciente después de un tiempo.
Y si ese entrenamiento funciona, incluso lo haces en tus sueños.
Una vez que aparece un monstruo por la noche mientras duermes, permaneces tranquilo incluso dentro de su sueño. Mejor dicho, una vez que aparece algo aterrador mientras duermes, no haces una historia suponiendo que sea un monstruo.
Así que mantienes la calma, no corres y esperas.
Desarrollé algún tipo de confianza mientras estoy soñando. Las situaciones, eventos o personas que pueden causar miedo ya no me molestan.
Quiero decir, aparecen. Cosas malas suceden incluso en sueños. Pero de alguna manera me siento seguro de que las cosas se resolverán.
Despierto
Y lo mismo comenzó a suceder mientras estaba despierto.
Bueno, no me sucede todo el tiempo, por supuesto. De vez en cuando tengo días y momentos malos. En ocasiones, son terribles.
Con el tiempo también aprendí a aceptar la impermanencia de mis creencias y afirmaciones.
Esta explicación de cómo funcionan la meditación, las emociones y los procesos mentales no vino con la práctica.
Después de ese período de intensa meditación y yoga, dejé mi trabajo como ejecutivo de televisión y me convertí en psicoterapeuta. Y realmente he estudiado esos procesos mentales.
Despierto o dormido ya no huyo de mis miedos. Mantengo la calma, evito reacciones rápidas y grandes, y los enfrento.
El día que dejas de huir de tus monstruos, dejan de ser tuyos, y si no son tuyos, no son.
Así dejé de soñar con monstruos.
Por: Adolfo Ramírez Corona
Originalmente escrito y publicado en inglés como The Day I Stopped Dreaming with Monsters en Medium.com.