Se navega donde no es posible seguir caminos o veredas, donde se puede tener cierta intención de dirección pero se renuncia a seguir un vector o línea precisa y determinada de antemano.
Navegar es diferente a caminar, recorrer, viajar, conducir.
Un navegante renuncia de antemano a tener un control exacto de su andar, ya sea que la superficie se lo impide por estar en movimiento o ser resbaladiza, ya sea porque está sujeto al impredecible clima, o ya sea simplemente porque prefiere los patines a los zapatos.
Navegar es desplazarse, deslizarse, con intención sobre una superficie abierta.
La superficie abierta más común para los navegantes es el mar, pero dista de ser la única.
Están los ríos, lagos, y también superficies sin agua, como el aire, el espacio. O superficies más sólidas como la arena de las playas o desiertos.
Para desplazarse se usa una nave. Dependiendo de su forma y uso, las naves reciben diferentes nombres. El más común es barco, pero puede ser un bote, una lancha, para el uso en el mar, o avión, globo aerostático, para su uso en el aire, o deslizador para su uso en la arena, o cohete cuando la superficie es el espacio, o patineta para su uso en el asfalto.
Navegar viene de nave, ese mueble u objeto que sirve de vehículo para desplazarse, siendo más grande que el navegante que contiene.
Una nave, por más pequeña que sea, siempre tiene algo de casa, de hogar.
Toda nave tiene algo de ethos, de hogar interior, porque no solo nos lleva sino que en cierto modo le habitamos y nos habita.
Toda nave tiene algo de espacio interior, personal, casi sagrado. Por algo se le llama nave al interior de los templos, pero también por eso hay tantos rituales para nombrar y referirse a los barcos, o para personalizar una tabla de surf.
Los argonautas fueron los navegantes del Argo, del barco Argo.
Los navegantes del cosmos se les llama cosmonautas.
La náutica es la teoría y arte de navegar.
En lugar de meditaciones guiadas, me gusta el nombre de meditación con navegante.
El piloto o timonel no conduce, navega. Y por supuesto, no maneja. Manejar implica tener en la mano, controlar. El conductor maneja un vehículo, lo tiene en sus manos, lo posee.
El piloto maniobra. Y no maniobra la nave, hace maniobras de navegación. Es decir, sigue un conjunto de pasos, un proceso para navegar la nave.
Es el conjunto de pasos, el proceso en general, el que tiene por objetivo llevar el barco por buen rumbo. Pero dado que navegar carece de precisión, es necesaria la combinación de operaciones para lograrlo.
“¡Todo a estribor!, ¡a toda máquina!, ¡avante!”
También se habla de gobernar una nave o gobernar la navegación. Pero caemos en un círculo de definición y definido porque la raíz etimológica de gobernar es pilotar un barco.
Tal vez por eso los gobiernos no dirigen, manejan o conducen un estado o país. Solo lo pueden navegar.
El navegante debe incluir variables no controlables en esa fórmula que constituye una maniobra.
Viento y corrientes, en el caso del mar.
Y variables controlables: timón, velas...
Un conductor, en cambio, dirige de manera puntual un vehículo, sin mayor desplazamiento, punto por punto, con control casi absoluto de sus movimientos. Con un mínimo interés en su entorno.
Conducir, a diferencia de navegar, es llevar por un ducto, una pista, un carril, un tubo, un cable, una línea virtual sobre una superficie fija. Seguir una trayectoria.
Conducir suele dejar rastro. O puede hacerlo. El caminar repetitivo deja veredas. Navegar no deja rastro. Ni veredas.
El que conduce busca el control, tanto del entorno (carreteras, calles, carriles) como de lo que conduce (volante, acelerador, freno).
Quien navega busca el balance entre el entorno (viento, olas) y lo que maniobra (timón, velas).
Las empresas buscan conducir. Los gobiernos, navegar.
En la vida, nos enseñan mucho a conducir. Aspiramos con conducir. Nos encanta el control.
Poco nos enseñan a navegar, a mantener balances, a saber responder al viento, las mareas, las oleadas, y sacar el mejor provecho de ellas.
Quien conduce un automóvil no puede meterse en sentido contrario en una calle.
Para quien navega, un viento en contra es solo un elemento que se integra a navegar. Dependiendo la nave, puede ir en diagonal, zigzaguear, rodear. Incluso si es necesario, esperar a que el viento esté a favor para continuar.
A veces en la vida hay que dejar de conducir para navegar. A veces, podemos dejar de navegar y es prudente conducir.
Elegir una licenciatura universitaria, por ejemplo, implica conducirse, por ello se le llama carrera. Es ir de un punto a otro sobre un camino trazado.
Pero si hay eventualidades en el camino, algo que impida seguir estudiando, a veces hay que navegar, adaptarse a las circunstancias.
Podría seguir, pero por lo pronto, solo agrego que el que conduce poco le importa el ambiente, su entorno. Puede poner el GPS o si tiene un moderno Tesla, poner el piloto automático y dejarse llevar.
Pero el que navega tiene que estar constantemente percibiendo, sintiendo su entorno, el viento en su cara, el agua fría en su mano, el sol, las estrellas...
Adolfo Ramírez Corona (@adolforismos)
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