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Escuché el zumbido del mosquito justo antes de hacer el compromiso de permanecer quieto y en silencio, meditando en postura de medio loto hasta alcanzar la iluminación. Bueno, o al menos hasta tener una meditación descente.
Era una noche hermosa, ni fría, ni caliente. Podías oler el pasto y las plantas, y sentir una humedad placentera en el aire.
Era el lugar ideal, aislado del ruido de la ciudad. La pequeña villa era uno de esos sitios que recuerdas cuando sueñas con tener un buen descanso.
Durante ese día, habíamos hecho yoga, pequeñas meditaciones—sentados y caminando—, escuchado pláticas sobre el tema, tomado un desayuno y comida vegetarianos, te… todo sin teléfonos celulares.
Sentía que mi mente y cuerpo estaban en el estado adecuado. Estaba listo para la meditación más importante y larga del día.
Para mí, hay una diferencia entre hacer un ejercicio de relajación y meditar realmente. Se que nosotros los meditadores, maestros y terapeutas, siempre decimos que todo es parte del aprendizaje y la experiencia, pero la verdad, cualquier práctica para tranquilizarse es sólo el calentamiento para hacer meditación.
Déjenme decirles cómo es cuando no estás listo para meditar.
Pones un temporizador para, digamos, veinte minutos de meditación mindfulness. Después, pasas los primeros quince minutos o más solo tratando de estar listo, es decir, de mantener una respiración constante, de estar en calma, de aclarar tu mente, de no moverte, de ponerle alto a las preocupaciones.
Es lo mismo con cualquier tipo de práctica. La mejor parte de correr no está en el calentamiento. O, usemos una actividad creativa como ejemplo. No te sientas y empiezas a escribir una novela o dibujar una obra maestra inmediatamente después de que te sientas a hacerlo.
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En cualquier práctica, hay una curva de calentamiento previa a experimentar los beneficios de la práctica misma.
Es por eso que cualquier meditador recomienda ir a un retiro de cinco o ene número de días para realmente practicar meditación. Los primeros días del retiro tu logras calma. Las meditaciones reales empiezan después de eso.
Y ahí estaba esa noche, después de un par de días, listo para una muy buena y larga meditación. Todo el día había sido calentamiento. Esa noche iba a ser La Meditación.
Fue entonces que escuché el zumbido del mosquito en mi oído.
La meditación mosquito
Escuché la historia de la meditación mosquito algunos años previos a esa noche. Gil Fronsdal la cuenta en su podcast (en inglés), uno de los primeros podcast—dentro de cualquier categoría—cuando los podcast apenas empezaban a ser lo que son ahora.
Como muchos otros, aprendí sobre meditación, mindfulness y budismo antes de practicarlo formalmente. Si, me sentí muchas veces en el piso de mi departamento escuchando alguna meditación guiada de Gil Fronsdal, como ahora se escuchan las apps de Headspace, Calm o Waking Up.
Pero para mí, la práctica meditativa es como aprender a andar en bicicleta: no puedes aprenderlo en libros o viendo videos en Youtube. Tienes que subirte a la bicicleta.
Meditación es una experiencia: tienes que hacerla con maestros de verdad, de esos que te observan e interactúan con tu avance. Soy de la vieja escuela, lo sé.
Por ello, cuando escuché a Gil Fronsdal hablar sobre la meditación mosquito, me pareció una buena anécdota. Hasta que la practiqué.
Es muy común en retiros de meditación y yoga practicar meditación por la noche. Y a menos que estés en un lugar de lujo, los cuartos para hacer meditación y yoga se mantienen con las ventanas abiertas por la cantidad de personas que practican.
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Si a eso le agregas las velas y el incienso, tienes el lugar ideal para atraer los mosquitos.
En casi cualquier tipo de práctica meditativa o mindfulness, te comprometes a empezar en silencio y quieto. Te vas a sentir incómodo, especialmente si no tienes práctica, al menos hasta que encuentras la mejor postura para sentarte en sesiones largas.
De cualquier modo, lo que sea que distrae tu mente o cuerpo, tienes que aceptarlo y hacerlo parte de la práctica.
El yo racional tiene que estar convencido de que todo es seguro. Puedes cerrar tus ojos con confianza, hay un maestro para vigilar cualquier inconveniente—¿recuerdas las velas?—, no tienes ninguna tarea urgente durante ese tiempo, tu cuerpo se puede sentir incómodo por momentos pero nada que lo lastime.
Si haces las cosas correctamente, puedes terminar la meditación con tu pierna dormida o un poco de dolor en la espalda, pero nada que no sea tolerable.
¿Y qué hay acerca de los mosquitos? Bueno, tu yo racional tiene que estar convencido de que el mosquito no te va a matar. Puede picarte y dejarte un poco de irritación, pero nada serio.
La experiencia del mosquito es un ejemplo ideal de para que es la meditación.
Mente mono
Uno de los objetivos de la meditación es aprender, practicando, a separar el dolor del sufrimiento, lo que tu sientes o piensas de tus reacciones a lo que tu sientes o piensas.
Cuando escuchas el zumbido de un mosquito, tu reacción es más grande que el peligro real en el que estás. Está bien porque es una reacción intuitiva. Pero es un buen ejemplo de cómo tu cerebro y reacciones funcionan.
Reaccionas al zumbido del mosquito porque tu cerebro sabe que viene de un mosquito. Es un proceso de arriba hacia abajo, en términos de la neurociencia. Es una percepción controlada por el intelecto. Haces una deducción, en palabras de Aristóteles.
Incluso imaginas el mosquito solo de escuchar el zumbido. Anticipas el piquete, la irritación, la comezón. Pero realmente, es solo un zumbido.
Y si escuchas el zumbido de un mosquito antes de ir a la cama, puede que tengas un problema porque el ruido puede impedir que duermas.
Pero, si tu estás en meditación no hay razón para reaccionar al zumbido del mosquito. Es más, escuchar el zumbido del mosquito durante meditación es una buena razón pra no reaccionar.
La noche del mosquito
Esa noche recordé el podcast de Gil Fronsdal sobre mosquitos en meditación. Y afortunadamente, hice la conexión con la experiencia que estaba teniendo.
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Escuché el zumbido. Traté de permanecer fiel a mi compromiso. Confieso que moví mi cuerpo un poco más de una vez. Sacudí mi cuerpo por instinto. Pero siempre traté de regresar a mi postura.
El zumbido se fue acercando. Traté de escuchar solo el sonido. De detener cualquier suposición que mi mente tenía de ese sonido.
Traté de cambiar el proceso de arriba hacia abajo a uno de abajo hacia arriba, donde la percepción es la que controla las sensaciones. Sin suposiciones o prejuicios. Inducción en lugar de deducción.
Traté de escuchar no solo ese sonido sino todos los sonidos alrededor. Solo escuchar sonidos sin su referencia o significado.
Y cuando sentí algo en mi brazo—llamado piquete según mi yo racional—dejé ir el instinto de reaccionar. El piquete no fue diferente de otras sensaciones que estaba teniendo en mi cuerpo. De hecho, estaba sintiendo más dolor en uno de mis pies por la postura en la que estaba sentado.
No sé cómo decirlo. Cada sensación—no sólo el zumbido o el piquete—eran como las otras sensaciones. Eran solo sensaciones que estaba percibiendo.
Por un momento, solo por un momento al menos, mi intelecto, mi yo racional—o como quieran llamarlo—no estaba en el campo de juego. Estaba teniendo una experiencia pura.
Como dije, fue solo por un momento. Tal vez dos o tres pequeños momentos. Cada vez mi intelecto regresaba y empezaba a opinar sobre la experiencia.
Paso a paso
Cuando das tips o recomendaciones sobre meditación o mindfulness se siente como dar tips o recomendaciones sobre andar en bicicleta: buena suerte si los recuerdas cuando estés batallando con no caerte.
Pero si tienes suerte y el mosquito viene a tu práctica meditativa (puede ser una mosca o la música del vecino a todo volúmen) esto es lo que puedes hacer.
Primero, convence a tu yo racional que estás seguro o segura. Pon tu temporizador y comprométete a la práctica. El mosquito, mosca o ruido de la fiesta no son peligrosos.
Refuerza tu compromiso permaneciendo en silencio y fijo. Cualquier movimiento agrega distracción.
Esta es la parte difícil, incluso de explicar. Trata de sentir y percibir más que pensar. Tu cerebro tiene una base de datos de cada sensación que has percibido y lo que es. Trata de no nombrar lo que percibes.
Por ejemplo, cuando oyes un ladrido… ¡ah!, ya lo nombraste. ¿Lo notaste? El sonido que llamamos ladrido está ya en la base de datos de tu cerebro. Trata de ignorar la relación entre el sonido y la referencia del sonido. Solo escucha sin tratar de identificarlo. Un sonido es solo un sonido.
Déjenme decirles algo muy importante. Cualquier cosa que sucede en meditación, no es para siempre. Ni el dolor, ni la postura incómoda, ni la mente inquieta, ni el zumbido.
Impermanencia, ¿recuerdan?
Pero va a haber pequeños momentos, solo pequeños momentos cuando vas a alcanzar la experiencia pura—el no yo, sunyata, satori, la forma es vacío y el vacío es forma, nirvana, el aquí y ahora… lo que sea.
¡Eso es! Disfrútalo. Trata de prolongarlos y darles espacio.
Y dale gracias al mosquito.
—·—
Por: Adolfo Ramírez Corona
Originalmente escrito y publicado en inglés como The Night of the Mosquito Meditation en The Ascent.